Podemos dedicar todos nuestros esfuerzos a una tarea que tiene un claro fin; pero por muy loable que esta sea, debe regenerarse periódicamente para construir el proyecto. Cuando quemamos una Falla, revitalizamos el comienzo de la siguiente, ya estamos pensando en la siguiente, y lo hacemos no como una ruptura, sino como un continuum, pensamos en el comienzo de la siguiente, dentro del proyecto común y solidario que representa la Comisión Fallera y lo hacemos toda la comisión, con confianza, conjuntamente, porque también en ese acto quemamos los sinsabores, los errores de los que aprendemos, y también los malos momentos que se hayan podido suscitar.
Cuando quemamos una Falla, no inmolamos una comisión, ni a su presidente, lo que hacemos es dar paso a un nuevo proyecto ilusionante, nuevamente ambicioso, pero también un nuevo proyecto que enmienda los errores pasados, que aprende y aprehende para avanzar, durante el nuevo ejercicio más unidos, con más cordialidad, con más responsabilidad, con más trabajo, con más ambición y con el convencimiento de hacerlo mejor.
La Cremà es en definitiva una oportunidad y por tanto un sueño por un futuro que puede parecer incierto, pero que a la vez es ilusionadamente, es una manera de revitalizar la comisión de la falla y de volver a estar unidos en un único proyecto, con un único objetivo compartido por todos los miembros de la comisión.
Así es la Cremà, es el fin y el principio. ¡Vamos, al trabajo!